Cortaría la leña, limpiaría el salón. Todo listo para cuando llegaran los señores de la casa. Siempre avisaban con poco tiempo. Por eso siempre estaba todo al día y había poco que hacer.
Durante la visita de los dueños, tenía libertad para permanecer en su cuarto o ir a la ciudad. Pero ella siempre regresaba a su verdadero hogar: flores, olores, colores…
Su pradera.
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